A menudo las cosas no son lo que parecen, detrás de un simple reflejo se halla la verdadera esencia de cada persona, de cada hogar, de cada acción, de cada pensamiento.
Vamos construyendo conceptos, los adaptamos a nuestra realidad circundante, e inconscientemente le imprimimos un sello personal, que contiene todo el peso de nuestra historia, producto de experiencias previas que conforman la subjetividad de cada uno, única, personal e intransferible.
Lamentablemente éstas son cosas que no siempre vemos en los demás, ni que los demás ven en nosotros, sino que más bien suponemos, puesto que están más allá de lo meramente visible y tangible. No lo vemos con los ojos, a menudo sin embargo lo sentimos, pero eso que sentimos tampoco garantiza la verdadera esencia de eso que intento decir. En éste aspecto somos enigmáticos. Podemos ser un sistema cerrado, impenetrables. Algunas personas lograrán abrirse a la vida y por ende a las personas, lograrán transmitir cierto grado de transparencia, sin embargo no todos somos iguales.
No deberíamos sorprendernos entonces si no podemos comprender ni ser comprendidos por los demás, creo que a todos nos pasa, a todos nos tocó alguna vez ser incomprendidos, así como también nos tocó carecer de la posibilidad de comprender al otro, para bien o para mal. En ocasiones guardamos el dilema y optamos por no hablar de lo que nos preocupa o inquieta, pero en otras ocasiones hacemos todo lo contrario, dejamos que las palabras fluyan a modo de río, sin importar muchas veces hacia dónde nos puede conducir o hacia a dónde podemos conducir a otros.
A veces dudamos, no sabemos cómo actuar, actuamos con tacto, o actuamos por impulso, acertamos y también nos equivocamos, suponemos que las cosas son de determinada manera cuando en realidad no tenemos en mano todas las piezas del rompecabezas, las que atañen a la cuestión en sí. Nos ofendemos y frustramos frente a la derrota, y nos deleitamos frente a la victoria, de palabras, de acciones y pensamientos. Muchos psicólogos lo definirán como Lucha de Poder. ¿Quién tiene la verdad en mano? ¿Quién posee la táctica o inteligencia para ganar una discusión? ¿Quién tiene el corazón más roto? ¿Quién dio más ó quién dio menos?
No siempre podemos mirarnos en el otro a modo de espejo, aunque a veces sin darnos cuenta descubrimos que los defectos que tanto nos molestan del otro son los mismos que tenemos nosotros, o al menos similares, pues todo aquí tiene su hilo conductor y las cosas siempre suceden por algo, detrás de cada experiencia se halla un mensaje, el resto depende de uno.
Podemos poner manos a la acción o por el contrario quedarnos donde estamos y dejar que el tiempo pase.
Es bueno tomarse un tiempo, pero no es bueno dejar pasar la eternidad…
Ojalá pudiera volver el tiempo atrás y remediar todo lo que no hice bien, decir las palabras que muchas veces callé y repartir los abrazos que nunca dí. A veces parece ser demasiado tarde, pero unos se da cuenta mediante el presente que todo, absolutamente todo tiene un sentido, y que renegar por aquello que no hicimos es como querer pegarle las plumas a una gallina luego de arrancárselas. Es preferible dejar que le crezca nuevamente, tardará un tiempo y sufriremos en el proceso, pero mientras tanto tendremos un motivo para retractarnos.
No soy perfecta, si en éste momentos las palabras fluyen hoy aquí no es para demostrar que tengo la razón en lo que intento decir, sino más bien para avanzar de algún modo, para comprenderme a mi misma.
Todos deberíamos buscar la respuesta dentro de uno.
Hoy quiero vivir, aunque tenga que equivocarme; quiero intentarlo, aunque tenga que escuchar mil reproches; quiero pedir perdón, aunque tenga que ganar el rechazo.
No siempre podemos ser aceptados por todos, ni cubrir las expectativas y demandas de los demás, de la misma forma que los demás no podrán cubrir en todo momento nuestras expectativas y demandas.
Habrá que buscar el equilibrio.
Dios tiene un propósito para cada uno en esta tierra, y eso HOY me basta.
Cintia Daniela Domicolo
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